HERIDOS POR EL CÁNCER
Cuando llega el diagnóstico de cáncer se recibe como un golpe seco. El eco de la palabra cáncer, tumor, “mancha”…se reproduce una y otra vez en la cabeza, son segundos de aturdimiento que invaden, tanto al enfermo como a sus familiares. Es una invasión de emociones, al igual que las células cancerígenas se reproducen descontroladamente y se extienden… Es un momento de sacudida y desconcierto, que producirá una fuerte reacción porque ataca a lo más valioso, la propia vida.
Es una herida sangrante y escandalosa, que al principio es difícil controlar, todo lo mancha, pero que mediante curas tienes que llevar a cicatriz. Esa cicatriz cambia la forma de tu piel para siempre…sigue siendo una herida pero que no duele.
Si estás alrededor de alguien que padece la enfermedad, o si eres tú mismo, ten en cuenta que hay algo que está claro: nadie decide enfermar pero si puede decidir cómo afrontarlo. Puedes comenzar a curar la herida o morir desangrado…
El afrontamiento del cáncer requiere atravesar una amplia gama de emociones: impotencia, tristeza, desesperanza, rabia, abatimiento, confusión, decepción, miedo… estas emociones deben ser ventiladas. Es decir, puede que te sientas aturdido o confundido durante los primeros días después del diagnóstico: PERMÍTETELO. La idea del positivismo frente al cáncer es fundamental para vivir el proceso, pero en ocasiones tiene que esperar. Es igual de sano la expresión de emociones negativas, no reprimirlas y no sentirse mal por comunicarlas. ¿Por qué? Porque son igual de naturales, y su liberación será el comienzo de conectar con otras positivas como el alivio, el amor, la seguridad, el orgullo, la valentía…es una cuestión de EQUILIBRIO.
Este artículo aporta una radiografía de lo que sería la primera etapa después del diagnóstico. Esas primeras curas para, por lo menos, controlar que la sangre deje de brotar con tanta fuerza…
Una persona dañada psicológicamente por el impacto de la enfermedad, ya sea el que padece la enfermedad o el que está cerca; pareja, hijos, amigos…requiere altas cantidades de COMPRENSIÓN por parte del entorno. Encontrar los momentos de expresión son básicos, puedes liberarte con alguien que te escuche o bien, llevando un diario personal, traducir las lágrimas en palabras.
Si tienes el papel de acompañar a alguien que padece cáncer o algún familiar, si eres ese que escucha, saber que la persona frente a ti está pasando un momento crítico. Y puedes aliviarle, si quiere hablar escucha, si quiere llorar, apoya…hay personas que necesitan simplemente estar cerca sin decir nada. Respétalo.
Si hablas tú, es mejor hacerlo con pausa, suavidad y cuidando las palabras. Y algo muy importante: evita aconsejar (“tienes que hacer, decir, pensar…”), las frases hechas (“poco a poco”, “todo va a salir bien”, “después de la tormenta llega la calma”…), los rellenos, hablar de las propias fórmulas de autoayuda (“piensa de tal manera, a mi me funciona”, “se positivo”…)
Acepta la angustia, la confusión, el llanto de la otra persona. El foco no está en ti si no en el otro. No es agradable ver sufrir, pero en momentos tan difíciles es clave sentirse comprendido. El intento de consuelo mediante la negación (“venga, no llores…”) o los “típicos ánimos” (“eres fuerte”, “puedes con esto”, “ si estás muy bien, poco a poco”, “podría ser peor”) puede ser un auténtico error, ya que la persona afectada puede percibir que no se le comprende y por tanto sentirse aún peor.
Intenta no dramatizar, el objetivo es crear un vínculo que permita que la persona que atraviesa la enfermedad o su familiar pueda expresar sus penas, angustias, temores… Manifiesta interés por la persona afectada. Contactar un día no es suficiente, necesita saber que hay disponibilidad de un apoyo de manera continuada. Para cuando lo necesite.
El camino de la aceptación del diagnóstico de cáncer y el proceso que está por llegar requiere sus etapas, en estos primeros momentos hay que comenzar a habituarse a la realidad, FACILITAR nombrar la enfermedad es importante. Cuando evitamos ponerle nombre al cáncer, realmente lo hacemos más fuerte, lo alimentamos y le hacemos crecer. A los miedos hay que mirarlos a la cara para no hacerlos mayores sino para retarles y convertirlos en coraje. El coraje que todo enfermo de cáncer y sus familias van a tener que arrancar de dentro para combatir la enfermedad.
La enfermedad del cáncer llega de forma silenciosa y pretende hacerte su prisionero, pero tras un tiempo de encierro podemos decidir liberarnos, ¿cómo? mediante la dignificación, la sensibilidad y la esperanza, la aceptación de los miedos y los limites, asumiendo que no somos inmortales pero que pese a todo, mientras estemos vivos la vida merece ser vivida.
En este momento la herida estará cerrada y portaremos orgullosos una cicatriz.
“El ser humano debe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta una grieta para renacer”
Ernesto Sábato.