Más de lo mismo

c64eedf0902c5cf70d0a0c4ee661d6cc

Carolina es una chica que vive una relación tóxica con David.

Carolina conoció a un chico en clases de Inglés, se sentaron juntos desde el primer día y aunque al principio no llamó su atención (incluso mostró desinterés) la situación fue tornando casi en un pestañeo.

David le resultaba algo mayor, pero a su vez muy atractivo. Era un chico gracioso, misterioso,  seductor, y según le había contado él, tenía una relación con otra chica “rubia, deportista y súper simpática”.

Ella había estado acostumbrada a relaciones muy formales y sentía que estaba algo encorsetada en el amor.

Él mostraba interés y ella se resistía, en su cabeza resonaba “es imposible, tiene pareja, somos muy diferentes y es el típico ligón”. Hasta que un día se percató de que se arreglaba más para ir a clase, elegía sus mejores vaqueros y que de vez en cuando le escribía un gracioso whatsapp entre semana, por esto de que “tenían complicidad”.

Él seguía insistiendo, de repente dejó a su «estupenda chica», cada vez más mensajes, más flirteo, más contacto…ella ya estaba enamorada. Ahora en su cabeza resonaba “soy atractiva, ha dejado a su pareja por mí…será un gran romance pasional”.

Quedaron una tarde fuera de clase, a escondidas, por eso de que él estaba estrenando abruptamente soltería…fueron a cenar a un sitio especial que eligió David, disfrutaron, se rieron y pasaron toda la noche juntos.

Carolina estaba completamente enajenada, sólo quería estar con él y pensar en él. Aunque a escondidas, quedaban a todas horas, todos los días, durante dos meses. Hasta que David, sacaba su mal genio, comenzó a salir alguna noche sin ella, vivían separados por lo que era fácil, se lo ocultaba a Carolina pero ella se enteraba.

Ella empezó a preocuparse, David le mentía, ya no la necesitaba como antes, no podían pasear juntos por miedo a que los viera su ex novia, no se sentía tan deseada…Carolina sentía que estaban estancados por la desconfianza.

Carolina optó por insistir para progresar: le preguntaba a menudo dónde estaba, se molestaba si quedaba con amigos, sólo quería salir en compañía de David, sólo disfrutaba cuando estaba con él, no pegaba ojo cada vez que él salía por las noche, le miraba su móvil a escondidas, descubría conversaciones que no le gustaban con otras , discutían por eso y por todo…

Carolina empezó a apagarse, no se reconocía, vivía por otra persona, dejaba de lado sus intereses por contentar a David, sólo le interesaba que su relación funcionase y creía que ella cambiaría a David, lo “salvaría” de una vida de ligues, excesos y mentiras.

Carolina lo dejó, pero volvió y así varias veces…y cada vuelta su confianza en él y en ella misma estaba más mermada. La única confianza que le quedaba era la que mantenía viva la esperanza en que David y ella fueran una pareja de por vida.   Él le aportaba poco, ella le daba mucho, no dejaba de INSISTIR en su objetivo: convertir a David en la perfecta pareja para ella.

¿en qué autoengaño vive Carolina?

En el de repetir y repetir un patrón de actuación que sólo le trae dolor, malestar y que le impide funcionar como persona. Es algo muy típico en todos nosotros, tenemos la errónea idea de que si algo no sale bien es porque no se ha insistido demasiado, no se ha perseverado lo suficiente.

En muchas ocasiones la perseverancia es una gran cualidad, sobre todo cuando la hacemos con situaciones que podemos “controlar” (aunque nada es controlable al 100%) por ejemplo: preparar una oposición. Pero se vuelve en un problema cuando la aplicamos a situaciones “incontrolables” como por ejemplo: la actitud de otra persona.

El hecho de caer en el fenómeno “más de lo mismo” aunque la realidad nos diga lo contrario, es típico en los seres humanos. Según Giorgio Nardone, famosísimo psicólogo, esto se debe a la tendencia de cualquier organismo vivo a mantener una homeostasis (aunque no nos venga del todo bien).

Una vez que hemos conseguido un equilibrio (sea cual sea), hacemos todos los días lo mismo conductualmente hablando: controlamos a nuestra pareja, nos infravaloramos, perseguimos un ideal romántico fantasioso…cada caso es diferente, pero en definitiva: nos RESISTIMOS al cambio, tendemos a no arriesgar…en el caso que nos ocupa por miedo a perder, a sufrir…

658eb2014dd1432295c9bb08aaff2fca

Y pensaréis ¿pero sólo trae sufrimiento?

Efectivamente, es una paradoja, Carolina por miedo a sufrir dejando esta tóxica relación sufre manteniéndola.

Es un equilibrio disfuncional, pero es un equilibrio. Al igual que el deprimido que no sale de su sofá (zona de confort), sabe que por ahí no va bien, pero sigue repitiendo  día tras día la misma rutina.

Es difícil, percatarnos de los autoengaños a nivel mental, pero si podemos fijarnos en que HACEMOS de forma casi obsesiva y no produce mucho beneficio, sino todo lo contrario. El ser humano, por suerte tiene la opción de modificar su conducta libremente y superar esa resistencia natural al cambio.

Podemos bloquear aquello que durante mucho tiempo nos ha hecho daño o sustituirlo por otras estrategias más eficaces…a veces nos podemos dar cuenta solos, otras veces con ayuda profesional.

En el caso de Carolina, consiguió el cambio. Cambió su percepción de la situación, fue capaz de bloquear aquellas actitudes tan denigrantes y salió adelante, dejó atrás el famoso “más de lo mismo” y se inició en un nuevo trabajo personal, empleó ese coraje suyo de no rendirse, de insistir, de repetir… pero esta vez funcionó y fue para algo más bonito: quererse.

 

Marta Gómez Laguna

Psicóloga

 

 

 

Compartir: