Pasado pisado

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Muchos lo hacemos. Atravesamos momentos, días, temporadas o años (según los gustos) en los que nos dedicamos a ahondar en el pasado. El pasado nos recuerda quiénes fuimos, qué vivimos, qué hemos aprendido o en qué hemos fallado.

Es cierto que nos trae muchas alegrías pero se convierte en un peligro cuando nuestro pasado vuelve para asfixiarnos el presente.

Solemos caer en varias trampas a la hora de hacer uso de nuestro pasado de forma perjudicial.

 

LA PRIMERA TRAMPA:

Es la que se encarga de justificarnos todo lo que hacemos hoy,  de esta forma ganamos algo: victimizarnos  y de paso, librarnos de muchas culpas.

Por ejemplo:  “un amigo que ha dejado de conocer gente nueva, se queja de la complejidad de la mujer, de mantener una relación y que por el malestar que le produce ese hecho ya no quiere relaciones estables en su vida… porque ya “ninguna mujer le va a amargar”. Él  se resiste a cambiar porque siempre será un desafortunado en el amor”.

En estas ocasiones, se vuelve  al pasado para dar una explicación al problema presente. ¿Qué ocurre?  Parece que el problema no está en la fortuna, el destino o las flechas de Cupido, si no en la percepción de su ideal de pareja, en el perfil de persona que él se encarga de buscar, en la poca revisión a sus propios errores amorosos…

La posible solución al problema no está en la reflexión sobre el sexo femenino, la generalización o el derrotismo… si no  en intentar cambiar la percepción de su vida amorosa, del «dejar de buscar a su mujer ideal» o de responsabilizarse de sus propios errores. De esta forma, su desprecio hacia las relaciones de pareja decaería y no le impediría conocer a muchas mujeres que seguramente tengan mucho que aportarle y viceversa. El cambio de sus conductas de hoy serán lo que le solucionarán el problema que él mismo percibe como algo del pasado, inamovible.

 

LA SEGUNDA TRAMPA:

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Tendemos a recordar (casi) todo con un filtro de belleza que aturde en ocasiones, que nos llena de melancolía y que nos haría pagar para volver a ese momento tan  “intensamente feliz” de hace unos años. Es decir, hay relaciones que nos han hecho vivir en la amargura más absoluta, que nos tenían llorando por las esquinas…pero pasados unos años…qué importante fue esa relación, quizás cometí el error de mi vida al romperla y por eso ahora estoy deprimida.

O como dice Watlzawich en su libro “El arte de amargarse la vida”, ¿cómo es posible que recordemos la pubertad como una etapa bonita?, cuando todos sabemos que es una de las fases de la vida más retorcida y difícil, llena de inseguridades y conflictos emocionales.

Pensemos: desde que tenemos uso de razón parece que este hecho nos ocurre ¿y si empezamos a apreciar hoy esa gran felicidad que recordaremos mañana con tanta nostalgia? Está claro que vivas lo que vivas, hay una alta probabilidad de que en un futuro este momento sea realmente valioso para tí.

 

 

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LA TERCERA TRAMPA:

El inmovilismo por resistencia. Una madre lleva a su hija durante meses a la guardería, la niña empezó con los típicos llantos, cada vez que se daba cuenta de que su madre la dejaba. Su madre (como otras) pensó que si se quedaba un ratito con ella  dejaría de llorar, y así fue. Al cabo de un rato pudo salir por la puerta y dejar atrás a su hija.

Al día siguiente ocurrió lo mismo, y la madre repitió, se esperaba a su lado, pero la niña cada vez tardaba más en calmarse, y cada día más, comenzó a ser un problema, porque la madre llegó a estar más de media hora esperando a que su hija se calmara. Finalmente un día la niña comenzó a aferrarse cada vez más y a llorar incluso antes de llegar a la guardería…la madre visitó a un especialista que le dijo: ¿por qué no la lleva tu marido?. Ahí terminó el problema para la hija y para la madre.

Muchas veces nos confundimos pensando que lo que una vez funcionó tiene que hacerlo siempre. O mejor, no hay una única solución para un problema, de hecho hay varias en la mayoría de las ocasiones. Pero nuestra tendencia lógica, racional y resistente a veces nos dificulta ver todas las posibilidades. Como si fuéramos un faro que alumbra sólo una pequeña parte del inmenso océano.

Como ya he comentado en otras ocasiones, aferrarse a soluciones que un día fuera eficaces puede generar un nuevo conflicto. Es bueno saber que con un simple cambio de perspectiva, nos libraría de muchas complicaciones.

Conocer las trampas que nos juega nuestro pasado es útil, sobre todo para poder superar problemas del ahora, para poder cambiarlos y disfrutar un poquito más de nuestro presente, sin tantas añoranzas ni preguntas sin respuesta ni estatismos, porque el pasado no se cambia porque el pasado pisado está.

 

Marta Gómez Laguna

Psicóloga

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